Espontaneidad cotidiana

Cotidianamente espontánea

     Diariamente nos enfrentamos a nuestro día a día, lo cual generalmente es una rutina constante o casi invariable. Esto no suele importarnos por un buen tiempo, sin embargo, llega el momento en que nos aburrimos de la rutina cotidiana y buscamos hacer algo distinto. Aquí es donde interviene la espontaneidad, esa chispa que puede encender la llama de nuestras vidas y acelerarnos el pulso y las ganas de seguir luchando por la constante mejora de vida.

     A veces somos espontáneos sin pensarlo, haciendo cualquier acción que rompa la rutina, como por ejemplo, cuando sin que nadie estuviera esperando, llamamos la atención de todos y contamos un chistecito para amenizar la mañana. Esa es una espontaneidad cotidiana, pues es algo que ocurre en muchos lugares comúnmente, sobre todo en las oficinas donde laboramos con varios compañeros de trabajo.

     En la fotografía podemos apreciar una espontaneidad no cotidiana en los adultos, aunque si en los niños, se trata de ser espontáneo sin la presencia de límites. En este caso, la niña toma su bolso y decide irse a dar un paseo, aprovechando que el día está soleado. Ella no está limitando su mente por el hecho de que no llega ni a 3 años de edad, tampoco porque esté descalza, ni mucho menos porque en la calle existen peligros para los que aun no está preparada. Ella está simplemente siendo espontánea en su total libertad mental.

     Lamentablemente, los adultos estamos sometidos a tantos límites, que nuestra espontaneidad rara vez supera lo cotidiano. Pocas personas, por poner un ejemplo, toman una decisión radical y la ejecutan de inmediato, como cuando alguien dice de un momento a otro: “¡Vámonos para la playa en este momento!”. Existen esos casos, pero son justamente casos excepcionales de personas con una especial determinación. Los demás se conforman con lo cotidiano.

     Al quedar absortos en nuestra rutina diaria y al vernos limitados, tanto por los limites sociales, laborales, religiosos, etc., como por los límites mentales auto-implantados, casi toda nuestra espontaneidad es cotidiana, y a la larga, llega tristemente a formar parte de nuestra rutina, dejando entonces de ser espontaneidad.

    ¿Que tal si nos armamos de valor y nos atrevemos a ser verdaderamente espontáneos? ¿Que tal si hacemos como la niña de la foto e ignoramos todas esas limitaciones que nos obligan a actuar dentro de una caja? ¿Que tal si nos damos la oportunidad de ser nosotros mismos y no lo que se “supone” que debemos ser?

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